"Existen las mismas voces que hace cien años, pero duran mucho menos"
di: Javier Pérez Senz
Lunedì 17 gennaio 2005
Barcelona Verdi es el faro que ilumina la trayectoria artistica del tenor italiano Carlo Bergonzi (Vidalenzo, Parma, 1924), una leyenda viva en un mundo, el de la ópera, que ha perdido en menos de un mes a dos sopranos legendarias, Renata Tebaldi y Victoria de los Ángeles. “Se han ido las dos voces más puras y transparentes del sigio XX”, dice Bergonzi, con lágrimas de emoción. “Las voces son las mismas que hace cien años, pero duran menos porque los cantantes de ahora buscan el éxito rápido”, afirma el gran tenor, que ha vuelto a Barcelona como jurado del Concurso de Canto Francesc Viñas.
A sus 80 años, con una memoria prodigiosa y un sentido del humor desbordante, Bergonzi asegura que nunca se cansa de estudiar la técnica vocal y en especial el estilo verdiano. “El secreto del fraseo no es otro que hacer valer la expresión de la palabra cantada, y en eso Verdi es una guía permanente", asegura mientras acaricia la empuñadura de su bastón, con el busto de Verdi en plata.
La pasión verdiana le llevó a bautizar el hotel que regenta en Buseto desde 1965, y que ahora dirige su hijo Marco, con el título de una de sus óperas, I due foscari.
El cantante parmesano recuerda con detalle sus actuaciones en el Liceo, desde su debut en 1958, con uno de sus personajes fetiche, Radamés, de Aida, hasta su despedida en 1982, con L'elisir d'amore. “Actué en el Liceo siempre con un gran piacer, por la belleza de la sala y el calor del público".
En una de las carreras más longevas del siglo XX, Bergonzi cantó 72 personajes a lo largo de 53 años de actividad ininterrumpida. Debutó como barítono en 1947, y desde 1951, ya como tenor, recorrió los mejores teatros del mundo hasta su retirada definitiva, hace sólo cinco años.
El secreto para hacer una carrera larga, afirma el tenor, está en el estudio, en el dominio de la técnica y en el sentido común del cantante. “El problema en el mundo de la ópera actual es que todo se hace muy deprisa. Los cantantes quieren triunfar a toda costa y no tienen espíritu de sacrificio, no dedican tiempo suficiente al estudio, y arruinan su voz por cantar papeles que no deben. Los directores de los teatros tienen también mucha culpa; cuando ven a un joven tenor que da un buen agudo en Donizetti le piden que cante Il trovatore, y como no tienen el valor y la inteligencia para rechazar la oferta, se destrozan la voz”.
Bergonzi supo decir no a Herbert von Karajan cuando éste le propuso cantar I pagliacci en la Scala. Pero la negativa propició la ruptura de su relación con el célebre director. “Fui el tenor de Karajan hasta que rechazé su oferta de cantar Canio en la Scala. Le dije, con todo el respeto, que antes debía cantarlo en teatros mas pequeños hasta dominar el personaje. Habìa grabado la obra con Karajan, pero el teatro es otra cosa, y no lo quiso entender. Nunca más volví a trabajar con él. Años después, en Nueva York, al dia siguiente de una actuación, me llamó por teléfono y me dijo: “Sigues siendo el mejor tenor del mundo”. Y colgó sin darme tiempo a contestarle. Así era Karajan”.
